Muchas veces en sesión, me encuentro con que nos aferramos a la enfermedad, nos quedamos estancados en la resignación del dolor y no sabéis cómo poder avanzar.
Es recurrente los casos de #fibromialgia que atiendo, y no es casualidad, si no un reflejo de aquello que yo padecí hace muchos años. Digo padecí, porque no me daba cuenta del peso y la carga que le transmitía a mi cuerpo cada vez que lo maldecía por no dejarme mover, por no callar los dolores y por quedarme empastillada hasta que la voz de mi interior se dormía. Si estamos en la frecuencia del dolor, del no puedo y de que todo recaiga en nosotras, el cuerpo lo hace propio y como una losa de cemento, nos enterrará en vida sin una mano que nos de aliento. Y es que para poder sanar, tuve que ir a mis raíces, remover toda la tierra, todas mis creencias y aquellos castillos que había construido bajo el lema de “que alguien me salve y me quite de esto que vivo”. Y amiga, tú que me lees, nadie va a venir a salvarte. Todo aquello que tu no quieras hacer por ti, nadie lo va a poder hacer. Podremos acompañarte, prender tu Luz, pero la única que debe transitar su vida, comprenderla y amarla eres tú. Y hasta que no quieras y tengas valor, el cuerpo te recordará día tras día que no te estas amando. Y cuanto más te rechaces, cuanto más quieras alejarte del dolor, mas fuerte vendrá, pues no estarás comprendiendo y rindiéndote a aquello que niegas. Debemos remover nuestros cimientos, ir a nuestro pasado, para poder comprender donde fueron las primeras veces que dejamos de amarnos por no saber hacerlo, por no saber poner límites, por nopriorizarnos. Y cuando hayamos comprendido nuestra existencia, podremos plantar las nuevas semillas que brotaran en amor, y saldrán las flores mas vivas y radiantes de nuestro jardín, esas que nos enseñen que la vida es efímera y que no puedes quedarte sentada en la ventana esperando a que la vida pase. El mundo esta transformándose a pasos agigantados, y tú sólo estas como un mero espectador y el cuerpo, te recuerda que has venido a vivir. Deja la ira, deja el enfado, la tristeza y el llanto y déjate acompañar a descubrir el amor en cada rincón de tu cuerpo, para poder llevar la felicidad a cada parcela de tu vida.
Si quieres, puedes y te lo digo yo, que de dolores y de quedarme sin andar, sé un rato largo. No tengas miedo, he vivido lo mismo que tú, alejada de mi, por ello ahora os acompaño desde el amor incondicional.
Sé que puedes, sólo debes dar el primer paso, la felicidad te espera al otro lado.
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