Madre Tierra está entrando en un nuevo ciclo para poder ascender, y nosotros somos el pulso consciente, la memoria viva encarnando en la materia. A través de nuestra presencia, ella puede elevarse, y a través de su vibración, nosotros podemos recordar.
Los seres de luz, guías y maestros ascendidos velan incansablemente por mantener el equilibrio en este planeta de polaridades, una tarea constante frente a las fuerzas que buscan imponer la oscuridad como norma. Es una danza sutil entre luz y sombra, donde cada elección humana cuenta.
Se abren grietas que perpetúan las intenciones de la manipulación, como una araña que teje su red con paciencia, buscando atrapar la conciencia colectiva en una mente colmena desconectada de su origen. Cuanto más profundo es el sueño, más sólida parece la ilusión.
Despertar de esa ilusión es un viaje individual, silencioso, y cuando se activa la alarma interna, tiemblan los cimientos de todo lo que creíamos real. Las máscaras caen, y la verdad se abre paso, incluso entre los escombros del autoengaño.
Nada sucede por casualidad.
Aquellos que en otro tiempo negaron el poder de la rosa, despreciando su esencia en lo sagrado femenino, hoy buscan apropiarse de su eco, pretendiendo disfrazar su ambición como sabiduría. Pero no todo lo que resuena proviene de la fuente.
El renacer de esta nueva era está inscrito en nuestro ADN, codificado en lo más profundo y codiciado por quienes aún no comprenden su significado. Solo desde el corazón limpio se puede acceder a ese legado.
Por eso, alma bella, escucha siempre a tu instinto. No te pierdas por alabanzas ni por glorias vacías. El verdadero regalo será haber hecho brillar tu esencia, sin trampas ni atajos, con la verdad paciente que respeta el ritmo natural de sus propios procesos.
Son tiempos de volver al Uno, de sincerarnos con lo que es, y de honrar el equilibrio universal. Porque la ley cósmica conoce el camino que tu alma eligió.
No lo olvides. No te olvides.









