Estamos rompiendo silencios que nos dolían desde hace vidas.
Estamos soltando patrones que ya no nos representan, liberando historias que no nacieron de nuestro verdadero Ser.
Estamos volviendo a casa.
Al alma, ese lugar donde el amor no se ha olvidado de quiénes somos.
No ha sido fácil.
Nos ha dolido.
Nos hemos caído.
Hemos dudado.
Pero también nos hemos abrazado más fuerte.
Hemos aprendido a mirarnos con compasión.
A sostener nuestras heridas sin juzgarlas.
A sanar desde el amor y no desde la culpa.
Y eso… eso transforma el mundo.
Cada vez que elegimos el amor en vez del miedo,
el planeta respira un poco más libre.
Cada vez que nos perdonamos, el tejido invisible de la humanidad se repara.
Cada vez que nos damos permiso para sentir, para llorar, para descansar,
algo en el corazón de la Tierra se enciende.
Estamos haciendo un trabajo profundo.
Invisible. Sagrado.
Estamos rescatando los valores que hacen que la vida valga la pena:
la ternura, la honestidad, la escucha, el cuidado, el respeto.
Estamos volviendo a creer en la humanidad.
Estamos volviendo a amar.
Y aunque aún haya tropiezos, porque el camino no es recto ni perfecto, sabemos que seguimos fieles a lo verdadero.
Fieles al alma.
Fieles al amor.
Honremos este viaje.
Honremos todo lo que hemos superado,
todo lo que ya no somos,
todo lo que hemos recordado.
Gracias por no rendirnos.
Gracias por seguir caminando.
Gracias por traer más luz a este mundo, simplemente siendo quienes somos.
Seguimos. Más conscientes, más amorosos,
más libres para que el alma pueda respirar.
Y cuéntanos tú que has sanado o que estás sanando, te leemos porque todos, somos uno.
No lo olvides, No te olvides